Las risas enemigas
enroscan su lisa negrura, del lagrimal nacidas, muertas más allá de la
sien, maravilla de lo grotesco, echan raíces hacia el interior del cerebro, hacía el pensamiento,
hacia la oscuridad, reflejo de avistar con
demasiada precisión si se es miope, círculo cuando se une a los párpados, el ojo dentro del ojo.
Valle donde el látigo
despierta las bestias, y ruge suave la noche que
no acaba, al acecho que el sol
ciegue.
Amigas de la inteligencia, del pensamiento incierto, de las musas trasnochadas, y el ingenio.
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