Entre el renacimiento y el barroco, el manierismo.

Entre el renacimiento y el barroco, el manierismo.
Il Bronzino es uno de los artistas que mejor han retratado la esencia del manierismo, en la corte de Cosimo I di Medici, en la Florencia del siglo XVI. Con el cuadro "Triunfo de Venus" no sólo avanza el estilo barroco, también define cinco siglos después, la estética de los textos que se pueden leer a continuación. Es una fuente de inspiración y alude a una vinculación de por vida con la ciudad más bella del mundo. Firenze.

martes, 30 de noviembre de 2010

El Círculo de Ionesco

(Hombre y mujer, un sillón, una mesa, una silla, una cama. Mujer sentada escribe, lo que escribe se ve en una pantalla. Hombre fuma, y lee, se rasca, se toca el pelo compulsivamente.)

Voz off Mujer: “Tú haces siempre lo que te da la gana y yo me callo. Me callo hasta que ebrio me insultas y mi dignidad hecha trizas saca sus patitas de insecto y los pedazos vuelan, pero sigo callada. Al día siguiente, no recuerdas nada, y pretendes que llame uno por uno, a los trocitos de dignidad huidos, los pegue, los recomponga y además que queden bonitos. Y como yo, no sé hacer collages, lo hago mal. Para ti todo lo hago mal, porque tú no quieres a nadie contigo y te esfuerzas por vomitar a la gente de tu vida. Estas mejor solo aunque digas que me quieres.

Cuando hago lo que me da la gana siempre tengo dudas y acabo haciendo lo que los demás quieren, con el ceño fruncido. Me he convertido en un ceño fruncido y tú me censuras porque solo quieres que este a tu lado sonriente, con la cara lavada, las piernas abiertas, el pelo suelto, mirándote, mirando tus círculos: “Tomen un círculo, acarícienlo, y se hará un circulo vicioso”. Y el círculo se ha cerrado y ahora estoy así:

Recorriéndolo de nuevo por dentro.















Y querría que fuera así: Contigo O Sin ti.













Pero tu mente está en Barcelona como cuando pasaste tu gran crisis, y escribiste a tus mujeres, y te fuiste años despues al mismo sitio, buscándome, aun cuando nunca estuve lejana. He leído tus escritos y son un:















Porque no cambias. “Cambiaré”. Un círculo no cambia, un círculo es siempre redondo y si no, no es círculo, es pera, oval, o rombo, o una isla, o una uña, o un vómito o un ojo, una calavera e incluso un piano.



A mí me interesaba tu mundo, tu ojos grandes y azules que grises me daban miedo, tu madurez infantil, y tu atractivo circense, a ti te interesaba que te interesase, ahora te interesa que no me vaya para que tu conciencia este limpia, para que mientras me echas, creas que me acoges, para que mientras me caigo de tu cama me ates con un hilo que dices, tejí yo, con mi falta de compromiso.



Una noche salí por la ciudad acompañada de mi amigo, ese con bigotes. A ti no te gustaba que tuviera amigos si los tenía los insultabas y cuando no hablaba de ellos decías que no podía tenerlos. Imposible. Solo te gustaban los tuyos, te gustaban más que yo y los alababas constantemente, simultáneamente, a la vez que me burchabas (me encanta esta palabra, en catalán).

La novia del bigotes era también bigotuda y hacia poco que había decidido abandonarlo sin más explicación que la devolución de la entrada de una casa para pijos o piojos, no sabría muy bien explicarlo. El pobre bigotín muuuy deprimido solo podía follar y follar con casadas. Pobre. Entramos en un bar en el que las mujeres son todas rubias y los hombres todos corpulentos y yo llamaba la atención por mi desigualdad. Conocimos a un australiano pelirrojo, a un inglés jugador de jockey cuyo entrenador era una osito de peluche enorme que bebía cerveza dándoles el vaso a los demás. Yo ya conocía al osito. Era tan simpático que me resultaba antipático, pero a mí siempre me ha gustado viajar por mundos paralelos, y observaba con curiosidad infantil como actuaba torpemente. Y la noche se convirtió en un chiste: un inglés, un australiano, un osito, un bigotudo y una mariposa se encuentran en un bar…Yo pensaba en ti, en tu estridencia y en la corrupción del amor a la que habíamos llegado como dos viejos cansados y casados.

Podría habértelo contado pero a ti no te haría gracia, mis historias te crean inseguridad, así que solo las escribo…”

(Llora)

Hombre: ¿Lloras? ¿La culpa?



Mujer: ¡Si quisiera llorar, lo haría! No necesito que me atosigues a preguntas para llorar. Yo no he hecho nada. Nada.



(Se sienta, y se va desnudando, se queda en ropa interior)



Mujer: Pero ¿sabes qué? Te lo voy a decir. He cumplido la mayoría de edad, y estoy cansada de esconder el daño que me haces para no hacerte sufrir. Y todo ¿para qué? ¡Si tu no sufres! ¡Eres imposible, insoportable!


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