Entre el renacimiento y el barroco, el manierismo.

Entre el renacimiento y el barroco, el manierismo.
Il Bronzino es uno de los artistas que mejor han retratado la esencia del manierismo, en la corte de Cosimo I di Medici, en la Florencia del siglo XVI. Con el cuadro "Triunfo de Venus" no sólo avanza el estilo barroco, también define cinco siglos después, la estética de los textos que se pueden leer a continuación. Es una fuente de inspiración y alude a una vinculación de por vida con la ciudad más bella del mundo. Firenze.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Wayne

Agarrar una botella por el cuello, girar la muñeca en ángulo de 180 grados, y con ambición de provocar dolor estamparla contra un borracho de pueblo, con camisa floreada de bebe y pantalones teja, no es sencillo. Requiere incluso una serie de gestos precisos y suaves, casi zen. Si, zen, muy zen. Como si en esos momentos te pudieras conectar cósmicamente con la botella, y visualizar el momento de la sangría. Después, quizás, de una brecha en la ceja, o un golpe en la parte occipital del cráneo que provocara un estado inconsciente de cinco minutos (no más), sin daños irreversibles, tendría que echar a correr. Pero correr no es un problema. Se corre, pues se corre. Sin problema. La botella está quieta, pero la muevo en la mente, se vuelve de goma en la mano imaginaria para luego endurecerse como un falo deforme en el momento del golpe.
Los empujones se suceden y no hay ni una mirada de perdón para el que los recibe. Se pierde todo. Hasta el sentido de la verticalidad. La pérdida del respeto es la consigna de los nuevos postmodernos, pero eso no es ninguna novedad, aunque se hagan llamar nuevos y modernos. Lo más moderno hoy en día sigue siendo Wilde. Qué hay de provocador en matar, o en drogarte, o vomitar sobre un público enfervorecido, o en hacer una obra de arte, o en el sexo explícito…Son como chaneles comprados por Belén Esteban. Wilde sigue siendo lo más provocador.
Más y más…más de lo mismo. Otro empujón, otra cerveza, la quinta. Ya no se escucha ni la música, no suena nada, suenan gritos, suena gente que habla alto porque el de al lado se cuela en la conversación, mientras que a su vez el chico de enfrente echa oreja en conversación ajena porque le importa un huevo lo que dice su novia. Así vamos formando un hermoso, lozano, dispar, grupo de borregos.
Otro empujón, el último. Este con alevosía con maldad, con codo que apuñala por la espalda. Me he convertido en John Wayne, sólo me queda mi honor que durante unas dos horas se ha ido consumiendo por los abusos de individuos más ebrios que yo. La pizca que me queda me da fuerzas para matar la cerveza. Del ímpetu del sorbo, algunas gotas resbalan por las comisuras, como ya no soy una señorita, como soy el Sr. Wayne, me limpio con la manga de encaje azul marino cosido en algún lugar recóndito de China, o de la Barcelona marginal. Se acabó, creí por un momento olvidar la enajenación que me corroe, y alejar de mi mente ese maravilloso momento del estallido…pero mientras digo esto me sangra la nariz. No sé como estoy mirando el suelo.

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