Estamos ya en mi mente… hablamos de lo que ví, de lo que me contaron,…
Bukowski muy dado a reuniones en las que alguien llega al límite, ha venido a ver cómo me emborracho o me mato, o me tiro a alguien. No sé muy bien que hace aquí Trae agarrada por la cintura a Marilyn que viste una falda- tubo ajustada beige y un jersey de manga corta de fino punto semitransparente. No lleva bragas y hoy tampoco se ha puesto desodorante. A decir la verdad ninguno de los dos trae muy buenas pintas sin embargo ella es gloriosa y exuberante, una estrella, y él, un insólito descarado borracho.
Bukowski me empieza a hablar como sumido en una paranoia, dice que trae a Marilyn medio muerta del Castillo de Elsinor. Él estaba en una tasca con una golfa- como las llama con tono despectivo- y de repente oyó un golpe seco a sus espaldas. La puerta chirrió, entraron reptando dos figuras. Una vieja harapienta con olor a heces y la otra, un bulto de tela de saco con los pies desnudos. La repugnante señora de nombre Celestina susurra en la oreja peluda de Bukowski un relato dudoso:
“-Claudio, si…Claudio ha sido…Han sacado a rastras a esta pobre incomprendida del castillo y un guarda, ha confesado el crimen por el asesino que lo cometió. Dijo que fue Claudio proporcionándole una dosis de veneno que todavía no ha surtido efecto.
-¿Claudio?- Preguntó Bukowski. – Ese pobre diablo tartaja no serviría ni para matar hormigas. Su abuela, Livia si, esa vieja era una víbora, se cargo a toda la familia Julio-Claudia, incluida a su marido Augusto. Pero Claudio…¡no!
- No sé quién es ese Claudio, pero no es del que le hablo. Yo digo Claudio, el reciente marido de la Reina Gestrudis, que con la muerte del padre de Hamlet se hace con el poder, con el trono de Dinamarca, y ha estado pagando los servicios de Marilyn como cantante, hasta que la ha envenenado con una gotas en el oído….(carraspeo).”
Esa es la historia absurda de la que asevera con mirada convencida palabra por palabra.
No doy crédito a lo que oigo, creo que van pasados de alguna sustancia y la pobre ambición rubia no da para más. Bukowski la deja tumbada en mi cama. Me aconseja llamar a un médico discreto, me pasa el número de Conrad Murray, que trató durante muchos años a Michael Jackson. “Hay que manejar estos temas con mucha discreción, en cuanto se enteran más de dos el asunto se va al traste” comenta. No sé de qué asunto me habla, pero a mí me da mucha pereza todo.
Pienso que haría Claudio, Marco Claudio Marcelo, nieto de Cayo Octavio o Augusto el endiosado. Claudio, El tartaja, el tontito, el que vio morir a todos y llego a ser Cesar…ver, oír y callar…sssssppppssss
domingo, 9 de enero de 2011
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