“A las 21.50 horas de
la fecha que he escrito con mi propia sangre y con un palo encontrado en la
oscuridad, en el suelo de hormigón de este lugar desconocido, he dejado de
pensar que vendrán a buscarme.
Me falta agua. Estoy
bebiendo de una gotera que extrañamente cae hacía arriba, un geiser raquítico,
una grieta terrestre que se ha debido de abrir con la caída del muro después
del choque.
He descubierto pasado
este tiempo que los dolores del impacto han empezado a despertar. De la cabeza
me brotan gotas espesas y el flujo que emana es más intenso incluso que el del
maldito geiser. He tratado de cubrir la herida con una tela, pero temo que está
llena de gasolina porque huele. También me duele el pecho de un modo punzante a
la altura del omoplato, no tiene buena pinta, lo intuyo. La respiración es
costosa y a ratos preferiría morir a aspirar aire. Sobre las extremidades no
hay signos evidentes de heridas graves. Eso es todo…otra vez pierdo...”
La puerta de la nave se abre dejando una fina línea de luz
que rápidamente escapa al cerrarla de golpe. Un desplazamiento como de raíles permite acercar un objeto alargado al cuerpo
tumbado del muchacho pero no logra rozarlo. Los raíles vuelven a movilizar el
objeto quirúrgico hacia la puerta.
“Tengo pérdidas constantes
del sentido y cuando despierto creo dormir en una cama de clavos, el dolor se
ha hecho mi compañero, tengo miedo de que cese, temo que signifique que estoy
muerto.
Lo curioso es que con
lo que sea que haya chocado, ha desaparecido. No he notado ninguna otra
presencia a parte de algún ratón e insectos terrestres. Se ha evaporado desde
hace 18720 horas. Lo sé porque a lo lejos he escuchado regularmente, 14 ecos de
sirenas, transcurridos en un periodo de tiempo que considero puede llegar a ser
un día completo. Y lo más importante, veo una luz, pero no me he llegado a fiar
porque podría ser eléctrica y tener un temporizador de horas laborales. Me
queda imaginación para poco, y quiero ser realista, sino me he muerto en todo
este paso de soledad con estos dolores y heridas, puede que ni las mismas sean
tan graves y que sobreviva. Si deja de atormentarme la sirena puede que
repliegue al estado de shock y consiga mover las articulaciones, quizás…pero
algo me dice que si lo hago no saldré de aquí. Es como si para estar vivo
tuviera que quedarme muy quieto…otra vez pierdo…”
-Lo he perdido. –Una voz compungida charla con otra persona
al otro lado de donde sea se encuentra el cuerpo del muchacho.
- Lo encontraremos, no puede andar lejos, el coche está
aquí. Al menos pudiste traerlo después del accidente. Lo encontraremos.
- Y si, se me cayó en otro sitio, en el supermercado o en
casa y lo ha cogido el perro. Temo haberlo matado. No debí guardarlo, no se
pueden retener así a las personas, debí dejarlo marchar.
- Era lo único que podías hacer iba a contarlo todo. No te
atormentes, el vivía bien.
-¿Vivía? ¡Dios! ¡No digas eso!
- Cálmate, quiero decir que es la única manera en la que
podíamos estar los tres juntos. Sin hacernos daño. Si nos quieres a los dos,
tenías que elegir en que convertir al otro. Y vive muy bien.
-¿Eso crees? ¡Te hubiera gustado ser tu el llavero?
-….no.
“oigo sus voces y
comprendo todo. Estoy debajo del coche de Elena. Mario intenta convencerla de
que me encontrará. Ahora soy consciente de lo que han hecho conmigo. “
El raíl vuelve a desplazar algo por el suelo. Es un fino
alambre que sostiene la mano de Mario que parece una tubería enorme para una
obra de ingeniería a los ojos del muchacho.
“Tengo fuerzas, me
desplazaré al otro extremo, no me volverán a coger. Pero la cabeza me pesa
tanto…sólo puedo moverme en círculos y mi cabeza es el centro. La arrastraré”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario